Propiciado por una mesa redonda a la
que fuimos convocados Luis Bugarini, Marcos Daniel Aguilar y el de la voz, la Coordinación
de Literatura del INBA nos hizo llegar un cuestionario que me parece bastante sugerente. Estas respuestas fueron integradas al boletín de prensa que emitió
la Coordinación junto con las opiniones de mis compañeros de
tertulia. Debido a lo interesante de las preguntas, doy a conocer cuáles fueron
mis respuestas textualmente y espero que pueda conocer las que ofrecieron mis
camaradas Marcos Daniel y Luis respectivamente. Agradezco encarecidamente la hospitalidad del Mtro. Héctor Orestes Aguilar, del Centro de Creación Literaria “Xavier Villaurrutia” y de la Coordinación de Literatura del INBA.
1. ¿Cómo definiría el ensayo y qué es lo que lo hace tan particular para usted?
Glez.: La idea que
tengo del ensayo es que es un género flexible, con una capacidad de recibir y
alojar rasgos de otros géneros literarios, como la narrativa, la filosofía, la
poesía o la crónica. El ensayo no tiene ningún tipo de pureza, es mestizo en su
origen, ya que en éste podemos encontrar reflexiones, descripciones y algunos
tropos de la poesía. Es particular porque no tiene la rigidez de otros géneros.
Pienso en la diferencia del cuento y el relato, parece ser que no todo relato
es cuento debido a que el cuento es una suerte de moño pequeño en el que cada
elemento logra tener un lugar y una función, y que de no ser así se trata de un
relato. En el ensayo no es así, uno puede incluir elementos que pertenezcan a
un relato. Recuerdo el ensayo “Turismo aconsejable”, de Julio Cortázar, el cual
no es un cuento, sino un ensayo descriptivo de la Howrah [Junction Railwail]
Station, una estación de trenes en la India. También podría pensar en algunos
ensayos de George Orwell que lindan con la declaración política, pero que van
arrojando frases y sentencias de una nitidez impecable, también a estos los
considerado ensayos de primer orden.
2. ¿Cuál cree que sea el estado actual del ensayo y cuál es su perspectiva de
los ensayistas de hoy en día?
Glez.: El ensayo que
me atrae más es como el que escribe Luis Bugarini, Luigi Amara o Marcos Daniel
Aguilar, donde el ensayista, dotado de un fuerte bagaje cultural, relaciona
conceptos, periodos históricos, fenómenos culturales sin importar de qué país
sean. La capacidad de síntesis y de relacionar elementos aparentemente
disímiles o no relacionados logra que el ensayo sea un género a veces considerado
‘exquisito’. Me interesa la frescura de las lecturas de Bugarini y de Luigi Amara, su
interés por abordar autores y obras peculiares. Recuerdo que en Historia descabellada de la peluca Amara
cita Joseph Anton, las memorias de
Salman Rushdie, entre otros, lo cual me despertó el interés por la literatura
de un autor que siempre había estado ahí pero que hasta ese momento no me había
atraído. Algo parecido me sucede con Bugarini y su extraordinaria curiosidad
hacia la literatura de Europa del Este, además de que él mismo es un narrador
excepcional; su trilogía Europa es
prueba de ello. En el caso de Marcos Daniel Aguilar, me atrae su entusiasmo por
indagar una tradición como la Hispanoamericana desde la figura de Alfonso Reyes,
creo que en varios momentos logra dar al lector una figura de este polígrafo
como realmente era, curioso, corajudo, antisolemne y abierto a ser influido por
la tradición sudamericana. Aunque en otra generación, también está Ernesto
Lumbreras que tiene libros de ensayos interesantísimos sobre Malcolm Lowry y
José Clemente Orozco, a los que leo con sumo interés. El propio Ernesto hizo
una antología del ensayo en México, la cual me resultó muy ilustrativa de nuestra
tradición. Por igual, Guillermo Fadanelli con una serie de libros de ensayo
publicada en Almadía me parece importante. No puedo dejar de mencionar al
maestro Sergio Pitol, quien renovó el género y dio una perspectiva diferente al
género a partir de la confesión o el relato autobiográfico o de viajes. Entre
los ensayistas que incorporan este tipo de elementos, Alejandro García Abreu es
un buen ejemplo, ya que su trabajo sobre Walter Benjamin, a partir de la
literatura en los hoteles, me resulta sumamente atractiva, ilustrativa y, sobre
todo, apasionante. También es relevante la ensayística de los poetas, como Afluentes, de Pura López Colomé o La noche en blanco de Mallarmé, de Tedi
López Mills, o la recopilación Escribir
poesía en México (I-II), reunida por Julián Herbert y Santiago Matías. O
los ensayos de narradores como La novela
según los novelistas, recopilación de Cristina Rivera Garza. La colección
de ensayos Pértiga, publicada por DGE-UNAM, es valiosísima, ahí están clásicos
como Eliseo Diego, Luis Ignacio Helguera o Jomi García Ascot y jóvenes como
Hernán Bravo Varela o Luigi Amara. En fin, como ves el género goza de mucha
salud, lamento que pueda estar omitiendo a muchos otros buenos ensayistas. En
suma, este es el tipo de ensayo que me atrae, el cual se basa en una prosa que
cuida su ritmo, sus sonoridades y no que te va taladrando los oídos a la manera
de un texto académico.
3. ¿Qué temas son los que generalmente abarca el ensayo?
Glez.: En México hay una tradición fortísima, desde Reyes, Vasconcelos,
Cuesta, Gorostiza –aunque sea breve–, u Octavio Paz. Creo que los temas son
variados, pero hay una tendencia al ensayo literario que ha tenido grandes
momentos. El ensayo da la oportunidad de poner por escrito, de manera
literaria, es decir estética, una serie de reflexiones, juicios, sugerencias,
sobre la literatura que nos atrae o nos repele. Quizá ese sea un problema para
que al público general le atraiga leer ensayo, porque es evidente que se
necesitan algunas lecturas previas. Creo que el caso de Octavio Paz sea el más
representativo de un ensayista que ha sido leído por un público extenso y que
ha dejado dos o tres libros que no necesitaban lecturas previas. Es difícil
decir a cuánta gente he visto leer, con fruición, El laberinto de la soledad en el transporte público. Es algo que
celebro, porque de ahí ese lector puede buscar más libros de este género.
También es importante el caso de algunos columnistas que hacen miniaturas
ensayísticas cada semana. Algo similar le pasaba a Alfonso Reyes, quien decía
que era “un lector de libros que escribía para lectores de periódicos”, lo cual
no está del todo mal. Si pienso en las columnas de Jorge F. Hernández, de
Guillermo Fadanelli, Iván Ríos Gascón o de Antonio Muñoz Molina (no es
mexicano, pero apelo a la licencia poética), pienso en que voy a leer, aunque
breves, magníficos ensayos.
4. ¿Cómo ha evolucionado la forma de escribir ensayos?
Glez.: Bueno, la pregunta es muy interesante y, a la vez, muy compleja:
daría tema para un muy buen ensayo histórico, a la manera de los que hace
Ernesto Lumbreras. Es difícil responder, te podría decir que siento que Reyes
hizo un tipo de ensayo tan variado que, en algunos de ellos, ya prevé lo que
haría Sergio Pitol, porque el ensayo de Pitol es un ensayo refrescante, culto y
a la vez asequible, erudito pero amable con el lector, introspectivo pero
también entrañable. Todo eso está en Reyes, pero, desgraciadamente no ha sido
dicho lo suficientemente fuerte para que sea una idea generalizada.
Como te señalé hace dos respuestas, creo que es interesante ver la manera
en que los poetas han ido incorporando a su obra valiosos ensayos donde hablan
de sus figuras tutelares, hay un ensayo de Pura López Colomé sobre José Emilio
Pacheco que nos descubre joyas que para muchos habían pasado desapercibidas. También
me interesa cuando un autor rompe con algunos tópicos y publica algo con humor
como Ramón Castillo hizo con la obra de Fernando del Paso, ensayo que fue
compilado en Antología del ensayo
literario veracruzano 1950-2010, recopilado por Julián Osorno y Rodolfo
Mendoza. O el caso donde el ensayo
está profundamente impregnado de filosofía, como en el caso de Guillermo
Fadanelli, o de historia, como en José María Pérez Gay (1944-2013). Creo que es
lo que te puedo responder sin desvariar más.
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