"Máquina de escribir" de Héctor Iván González, Coordinador de “La Escritura poliédrica. Ensayos sobre Daniel Sada”, Becario del Fonca en el Género de Novela. Esta es su publicación de crítica, creación y reseñas.

jueves, 5 de mayo de 2016

El estado actual del ensayo


Propiciado por una mesa redonda a la que fuimos convocados Luis Bugarini, Marcos Daniel Aguilar y el de la voz, la Coordinación de Literatura del INBA nos hizo llegar un cuestionario que me parece bastante sugerente. Estas respuestas fueron integradas al boletín de prensa que emitió la Coordinación junto con las opiniones de mis compañeros de tertulia. Debido a lo interesante de las preguntas, doy a conocer cuáles fueron mis respuestas textualmente y espero que pueda conocer las que ofrecieron mis camaradas Marcos Daniel y Luis respectivamente. Agradezco encarecidamente la hospitalidad del Mtro. Héctor Orestes Aguilar, del Centro de Creación Literaria “Xavier Villaurrutia” y de la Coordinación de Literatura del INBA.

1. ¿Cómo definiría el ensayo y qué es lo que lo hace tan particular para usted?
Glez.: La idea que tengo del ensayo es que es un género flexible, con una capacidad de recibir y alojar rasgos de otros géneros literarios, como la narrativa, la filosofía, la poesía o la crónica. El ensayo no tiene ningún tipo de pureza, es mestizo en su origen, ya que en éste podemos encontrar reflexiones, descripciones y algunos tropos de la poesía. Es particular porque no tiene la rigidez de otros géneros. Pienso en la diferencia del cuento y el relato, parece ser que no todo relato es cuento debido a que el cuento es una suerte de moño pequeño en el que cada elemento logra tener un lugar y una función, y que de no ser así se trata de un relato. En el ensayo no es así, uno puede incluir elementos que pertenezcan a un relato. Recuerdo el ensayo “Turismo aconsejable”, de Julio Cortázar, el cual no es un cuento, sino un ensayo descriptivo de la Howrah [Junction Railwail] Station, una estación de trenes en la India. También podría pensar en algunos ensayos de George Orwell que lindan con la declaración política, pero que van arrojando frases y sentencias de una nitidez impecable, también a estos los considerado ensayos de primer orden.

2. ¿Cuál cree que sea el estado actual del ensayo y cuál es su perspectiva de los ensayistas de hoy en día?
Glez.: El ensayo que me atrae más es como el que escribe Luis Bugarini, Luigi Amara o Marcos Daniel Aguilar, donde el ensayista, dotado de un fuerte bagaje cultural, relaciona conceptos, periodos históricos, fenómenos culturales sin importar de qué país sean. La capacidad de síntesis y de relacionar elementos aparentemente disímiles o no relacionados logra que el ensayo sea un género a veces considerado ‘exquisito’. Me interesa la frescura de las lecturas de Bugarini y de Luigi Amara, su interés por abordar autores y obras peculiares. Recuerdo que en Historia descabellada de la peluca Amara cita Joseph Anton, las memorias de Salman Rushdie, entre otros, lo cual me despertó el interés por la literatura de un autor que siempre había estado ahí pero que hasta ese momento no me había atraído. Algo parecido me sucede con Bugarini y su extraordinaria curiosidad hacia la literatura de Europa del Este, además de que él mismo es un narrador excepcional; su trilogía Europa es prueba de ello. En el caso de Marcos Daniel Aguilar, me atrae su entusiasmo por indagar una tradición como la Hispanoamericana desde la figura de Alfonso Reyes, creo que en varios momentos logra dar al lector una figura de este polígrafo como realmente era, curioso, corajudo, antisolemne y abierto a ser influido por la tradición sudamericana. Aunque en otra generación, también está Ernesto Lumbreras que tiene libros de ensayos interesantísimos sobre Malcolm Lowry y José Clemente Orozco, a los que leo con sumo interés. El propio Ernesto hizo una antología del ensayo en México, la cual me resultó muy ilustrativa de nuestra tradición. Por igual, Guillermo Fadanelli con una serie de libros de ensayo publicada en Almadía me parece importante. No puedo dejar de mencionar al maestro Sergio Pitol, quien renovó el género y dio una perspectiva diferente al género a partir de la confesión o el relato autobiográfico o de viajes. Entre los ensayistas que incorporan este tipo de elementos, Alejandro García Abreu es un buen ejemplo, ya que su trabajo sobre Walter Benjamin, a partir de la literatura en los hoteles, me resulta sumamente atractiva, ilustrativa y, sobre todo, apasionante. También es relevante la ensayística de los poetas, como Afluentes, de Pura López Colomé o La noche en blanco de Mallarmé, de Tedi López Mills, o la recopilación Escribir poesía en México (I-II), reunida por Julián Herbert y Santiago Matías. O los ensayos de narradores como La novela según los novelistas, recopilación de Cristina Rivera Garza. La colección de ensayos Pértiga, publicada por DGE-UNAM, es valiosísima, ahí están clásicos como Eliseo Diego, Luis Ignacio Helguera o Jomi García Ascot y jóvenes como Hernán Bravo Varela o Luigi Amara. En fin, como ves el género goza de mucha salud, lamento que pueda estar omitiendo a muchos otros buenos ensayistas. En suma, este es el tipo de ensayo que me atrae, el cual se basa en una prosa que cuida su ritmo, sus sonoridades y no que te va taladrando los oídos a la manera de un texto académico.

3. ¿Qué temas son los que generalmente abarca el ensayo?
Glez.: En México hay una tradición fortísima, desde Reyes, Vasconcelos, Cuesta, Gorostiza –aunque sea breve–, u Octavio Paz. Creo que los temas son variados, pero hay una tendencia al ensayo literario que ha tenido grandes momentos. El ensayo da la oportunidad de poner por escrito, de manera literaria, es decir estética, una serie de reflexiones, juicios, sugerencias, sobre la literatura que nos atrae o nos repele. Quizá ese sea un problema para que al público general le atraiga leer ensayo, porque es evidente que se necesitan algunas lecturas previas. Creo que el caso de Octavio Paz sea el más representativo de un ensayista que ha sido leído por un público extenso y que ha dejado dos o tres libros que no necesitaban lecturas previas. Es difícil decir a cuánta gente he visto leer, con fruición, El laberinto de la soledad en el transporte público. Es algo que celebro, porque de ahí ese lector puede buscar más libros de este género.
También es importante el caso de algunos columnistas que hacen miniaturas ensayísticas cada semana. Algo similar le pasaba a Alfonso Reyes, quien decía que era “un lector de libros que escribía para lectores de periódicos”, lo cual no está del todo mal. Si pienso en las columnas de Jorge F. Hernández, de Guillermo Fadanelli, Iván Ríos Gascón o de Antonio Muñoz Molina (no es mexicano, pero apelo a la licencia poética), pienso en que voy a leer, aunque breves, magníficos ensayos.

4. ¿Cómo ha evolucionado la forma de escribir ensayos?
Glez.: Bueno, la pregunta es muy interesante y, a la vez, muy compleja: daría tema para un muy buen ensayo histórico, a la manera de los que hace Ernesto Lumbreras. Es difícil responder, te podría decir que siento que Reyes hizo un tipo de ensayo tan variado que, en algunos de ellos, ya prevé lo que haría Sergio Pitol, porque el ensayo de Pitol es un ensayo refrescante, culto y a la vez asequible, erudito pero amable con el lector, introspectivo pero también entrañable. Todo eso está en Reyes, pero, desgraciadamente no ha sido dicho lo suficientemente fuerte para que sea una idea generalizada.

Como te señalé hace dos respuestas, creo que es interesante ver la manera en que los poetas han ido incorporando a su obra valiosos ensayos donde hablan de sus figuras tutelares, hay un ensayo de Pura López Colomé sobre José Emilio Pacheco que nos descubre joyas que para muchos habían pasado desapercibidas. También me interesa cuando un autor rompe con algunos tópicos y publica algo con humor como Ramón Castillo hizo con la obra de Fernando del Paso, ensayo que fue compilado en Antología del ensayo literario veracruzano 1950-2010, recopilado por Julián Osorno y Rodolfo Mendoza. O el caso donde el ensayo está profundamente impregnado de filosofía, como en el caso de Guillermo Fadanelli, o de historia, como en José María Pérez Gay (1944-2013). Creo que es lo que te puedo responder sin desvariar más.

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