"Máquina de escribir" de Héctor Iván González, Coordinador de “La Escritura poliédrica. Ensayos sobre Daniel Sada”, Becario del Fonca en el Género de Novela. Esta es su publicación de crítica, creación y reseñas.

sábado, 18 de enero de 2014

Juan Gelman traductor


Juan Gelman (1930-2014) era un visitante recurrente de la Casa Refugio Citlaltépetl de la Condesa, en una ocasión fue a dar una lectura donde, posteriormente, se permitiría que el público le hiciera  preguntas. Algunas personas –que querían hacer gala de estar bien informadas– empezaron a preguntarle sobre la situación de su nieta recién recuperada. Gelman hizo un gesto de renuencia, como quien evita que los rayos del sol le peguen en la cara de lleno, y contestó: “Eso entra en el terreno de lo personal, y preferiría no hablar de ello”. Su voz era metálica, platinada como su cabello. A pesar de la franqueza, hubo quien reintentó la pregunta: “En verdad, es algo personal”, volvía a evitar el lance. Hubo un silencio tétrico, parecía que no había más qué decir. En ese momento, recordando su poema “Yo también escribo cuentos”, me abalancé: “¿Qué pasa con Pessoa?”. Levantó los ojos, sonrió y dejó su cigarrillo en el cenicero. “Pasa que es un gran poeta”.
Gelman había escrito:
Había una vez un poeta portugués
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado
trabajaba en la administración pública y dónde se vio
que un empleado público de portugal

gane para alimentar cuatro bocas.
En ese poema vislumbraba el ambiente lusitano de Pessoa y lo hacía desde otro atisbo, menos idealizado, más carnal:
cantando la canción de tus pechos
amada

cantaban que tus pechos llegaron una tarde con
una escolta de horizontes

eso cantaban los poetas del portugués para decir que te amo
antes de separarse
tender la mano al cielo

escribir cartas al uruguay.

Eso era lo que estaba suspendido en la mente del poeta y su lector, para muchos ese diálogo nunca tuvo lugar.
Gelman se sintió animado por el tema, y continuó, “A mí siempre me ha interesado traducir”, y es que ese poema era una traducción de Pessoa, el creador de heterónimos se volvía, brevemente, en otro heterónimo, esta vez de Gelman. “En una ocasión escribí unos poemas en inglés, los poemas de Sidney West, los mandé a una revista donde yo trabajaba. El editor no sabía quién era Sidney West, y me encargó que los tradujera…” –Dio una calada a su cigarrillo Benson&Hedge dorado. “Cuando entregué las traducciones de los poemas de West, el editor me dijo: ‘¡Qué bien te quedaron!’” –dijo y se volvió a reír.
         Como han dejado bien claro los ensayistas que se han ocupado de Juan Gelman (Eduardo Hurtado o Jorge Bocanegra), el crisol cultural que poseía, ese hermano que le leía en ruso a Pushkin, el inglés que le dejaba disfrutar de los poetas románticos ingleses y el hebreo que le permitió escribir Com/Posiciones (1984-1985) conformaban a un poeta nómada por naturaleza.
Incluso, sería interesante recordar que Gelman fuera un autor (a pesar de pertenecer al Partido Comunista Argentino, en una época en que la literatura no dejaba de tener un cariz político) que defendiera la calidad literaria del Viaje al final de la noche de Céline, quien se consagrara a denostar contra el pueblo judío, pero que es uno de los mayores escritores del siglo XX.
Es obvio que la larga lista de heterónimos que fundó Gelman lo hermana con Friedrich Hölderlin, Fernando Pessoa, Porfirio Barba Jacob, Keneth Rexroth y muchos otros, sin embargo su ductilidad poética también le permitió hacer versiones de los poetas del Antiguo Testamente y de la tradición judía: “llamo com/posiciones a los poemas que siguen porque los he com/puesto, es decir, puse cosas de mí en los textos que grandes poetas escribieron hace siglos. está claro que no pretendí mejorarlos. me sacudió su visión exiliar y agregué –o cambié, caminé, ofrecí– aquello que yo mismo sentía.”, así señala en el Exergo del libro de marras, donde podemos leer espléndidos versos de Salomón Ibn, Eliezer Ben Jonon, Yehuda Halevi o David en voz gelmaniana:
no me dejes sin todo en todo / dame
algún mandato / acordate
del que cuenta las leyes de tu boca/
escribe/
los decretos de tu dulzura / pasa
lento por tus caminos /
desterrado otra vez / siempre supe /
que conocerte era mi parte /
serte / existirte / abrime
la lengua a tu palabra / fundaste ya
mi corazón / y la alta noche /
tu apartamiento / tu bondad /
         En esta traducción está todo David y está todo Gelman, el juego con los guiones diagonales, para marcar el corte de verso, la reincidencia del imperativo argentino: abrime; esa será parte fundamental en su poética, con todas esas modificaciones deliberadas en la lengua, esa conversión de sustantivos en versos: El emperrado corazón amora o su hibridismo De atrásalante en su porfía, que siempre nos muestra que un poeta agrega ese “aura” de la que hablaba Benjamin.
Desde luego que la obra maestra de Juan Gelman es en “Carta a mi madre” donde está él en su versión más íntima, más personal. Sin embargo, notar esta delicuescencia en la mirada de Gelman como traductor tal vez permita que oigamos una voz metálica como aquella con la que aprendimos a leerlo y quererlo numerosos testigos.

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