Juan Gelman (1930-2014) era un visitante recurrente
de la Casa Refugio Citlaltépetl de la Condesa, en una ocasión fue a dar una lectura
donde, posteriormente, se permitiría que el público le hiciera preguntas. Algunas personas –que querían hacer
gala de estar bien informadas– empezaron a preguntarle sobre la situación de su
nieta recién recuperada. Gelman hizo un gesto de renuencia, como quien evita
que los rayos del sol le peguen en la cara de lleno, y contestó: “Eso entra en
el terreno de lo personal, y preferiría no hablar de ello”. Su voz era metálica,
platinada como su cabello. A pesar de la franqueza, hubo quien reintentó la
pregunta: “En verdad, es algo personal”, volvía a evitar el lance. Hubo un
silencio tétrico, parecía que no había más qué decir. En ese momento,
recordando su poema “Yo también escribo cuentos”, me abalancé: “¿Qué pasa con
Pessoa?”. Levantó los ojos, sonrió y dejó su cigarrillo en el cenicero. “Pasa
que es un gran poeta”.
Gelman había escrito:
Había una vez un poeta portugués
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado
trabajaba en la administración pública y dónde se vio
que un empleado público de portugal
gane para alimentar cuatro bocas.
En ese poema vislumbraba
el ambiente lusitano de Pessoa y lo hacía desde otro atisbo, menos idealizado,
más carnal:
cantando la canción de tus pechos
amada
cantaban que tus pechos llegaron una tarde con
una escolta de horizontes
eso cantaban los poetas del portugués para decir que
te amo
antes de separarse
tender la mano al cielo
escribir cartas al uruguay.
Eso era lo que estaba
suspendido en la mente del poeta y su lector, para muchos ese diálogo nunca
tuvo lugar.
Gelman se sintió animado
por el tema, y continuó, “A mí siempre me ha interesado traducir”, y es que ese
poema era una traducción de Pessoa,
el creador de heterónimos se volvía, brevemente, en otro heterónimo, esta vez
de Gelman. “En una ocasión escribí unos poemas en inglés, los poemas de Sidney
West, los mandé a una revista donde yo trabajaba. El editor no sabía quién era
Sidney West, y me encargó que los tradujera…” –Dio una calada a su cigarrillo
Benson&Hedge dorado. “Cuando entregué las traducciones de los poemas de West, el editor me dijo:
‘¡Qué bien te quedaron!’” –dijo y se volvió a reír.
Como
han dejado bien claro los ensayistas que se han ocupado de Juan Gelman (Eduardo
Hurtado o Jorge Bocanegra), el crisol cultural que poseía, ese hermano que le
leía en ruso a Pushkin, el inglés que le dejaba disfrutar de los poetas
románticos ingleses y el hebreo que le permitió escribir Com/Posiciones (1984-1985) conformaban a un poeta nómada por naturaleza.
Incluso, sería
interesante recordar que Gelman fuera un autor (a pesar de pertenecer al
Partido Comunista Argentino, en una época en que la literatura no dejaba de
tener un cariz político) que defendiera la calidad literaria del Viaje al final de la noche de Céline,
quien se consagrara a denostar contra el pueblo judío, pero que es uno de los
mayores escritores del siglo XX.
Es obvio que la larga
lista de heterónimos que fundó Gelman lo hermana con Friedrich Hölderlin,
Fernando Pessoa, Porfirio Barba Jacob, Keneth Rexroth y muchos otros, sin
embargo su ductilidad poética también le permitió hacer versiones de los poetas
del Antiguo Testamente y de la tradición judía: “llamo com/posiciones a los poemas que siguen porque los he com/puesto, es
decir, puse cosas de mí en los textos que grandes poetas escribieron hace
siglos. está claro que no pretendí mejorarlos. me sacudió su visión exiliar y
agregué –o cambié, caminé, ofrecí– aquello
que yo mismo sentía.”, así señala en el Exergo del libro de marras, donde
podemos leer espléndidos versos de Salomón Ibn, Eliezer Ben Jonon, Yehuda
Halevi o David en voz gelmaniana:
no me dejes sin todo en
todo / dame
algún mandato / acordate
del que cuenta las leyes
de tu boca/
escribe/
los decretos de tu
dulzura / pasa
lento por tus caminos /
desterrado otra vez / siempre
supe /
que conocerte era mi
parte /
serte / existirte / abrime
la lengua a tu palabra / fundaste
ya
mi corazón / y la alta
noche /
tu apartamiento / tu
bondad /
En
esta traducción está todo David y está todo Gelman, el juego con los guiones
diagonales, para marcar el corte de verso, la reincidencia del imperativo
argentino: abrime; esa será parte
fundamental en su poética, con todas esas modificaciones deliberadas en la
lengua, esa conversión de sustantivos en versos: El emperrado corazón amora o su hibridismo De atrásalante en su porfía, que siempre nos muestra que un poeta
agrega ese “aura” de la que hablaba Benjamin.
Desde luego que la obra
maestra de Juan Gelman es en “Carta a mi madre” donde está él en su versión más
íntima, más personal. Sin embargo, notar esta delicuescencia en la mirada de
Gelman como traductor tal vez permita que oigamos una voz metálica como aquella
con la que aprendimos a leerlo y quererlo numerosos testigos.
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