Hace poco,
mientras estaba almorzando, me puse a pensar en las razones por las cuales uso
el Twitter o el Facebook, e inmediatamente quise recordar los usos que le da la
gente. Me pareció curioso conocerlos y esbozar una lista con ellos a guisa de
una ponencia sobre “Redes sociales y el estadio de la escritura” (sic) para un
coloquio al que nunca me van a invitar, por lo cual, la ponencia tampoco nadie
me la pediría. Razones suficientes para que me pusiera a hacerla con total espontaneidad
y un libérrimo criterio en la mención de circunstancias (no todas halagüeñas)
en las que la gente colabora o aporta lo mejor de su caletre en las mentadas
redes.
I
La primera
razón por la que uso las redes es mantener el contacto. Recuerdo que la vez que
consideré abrir mi cuenta de Face fue en una borrachera que tenía lugar en el
departamento de unos amigos que vivían en el célebre Altillo; esa unidad habitacional a
veinte metros de CU. Hablaban de fiestas a las que yo no había ido porque,
aunque me habían convocado, las invitaciones habían sido demasiado súbitas por
el trajín y premura con que habían armado las fiestas. Yo vivo en el otro
extremo de la ciudad y era un tanto kamikaze hacer el viaje al cuarto para las
doce. De tal suerte que, si quería dejar de perderme lo que pasaba con ellos, tenía que entrar de una buena vez.
II
Vanity
fair: poco después de entrar a esa comunidad me percaté de que varios
escritores amigos o conocidos míos estaban ahí desde hacía tiempo. Alguno de
ellos me comentó “Sólo entro para poner ligas a cosas que publico, pero de
inmediato me salgo. No me gusta pasármela todo el día ahí escribiendo
tonterías”.
La segunda especie que descubrí fue aquella que regalaba a la menor
provocación sus “poemas”. Es curioso que la gran mayoría de esta ralea abuse
del muro para imponerle a la comunidad los primeros versos de sus pésimos
poemas aun cuando el mutis que los sigue debería ser muestra suficiente de que
nadie está interesado en sus ejercicios espontáneos. En contraste, pienso en
los poetas más formales, ninguno de ellos se regala al público así nada más.
Por el contrario, son celosos de sus versos al punto de trabajarlos durante un
mayor tiempo. En suma, puedo pensar que quien va con sus versos en pos del muro
condena su valoración. Porque no es el contexto idóneo, según yo. Hay quien
quiere hacer de estos lugares un espacio alterno a la escritura literaria, sin
embargo no puedo recordar –quizá ustedes sí– algún verso salvable del olvido aparecido en esta “literatura del borde”.
Añadido
a este grupo está el grupo de twitter de los palindromistas. Aún leo
–olvidándolos de inmediato– fragmentos de quienes creen que es muy ingenioso
que una línea diga lo mismo de derecha a izquierda y viceversa, como si frases
como: “Madam, I’am Adam” (Joyce) fuera la constante en esos ejercicios o fueran
tan poéticos o expresivos para consagrarse a su manufactura y lectura todo el
día.
III
Stalker: Esta es una de las versiones más divertidas. Es una costumbre muy utilizada por ambos géneros. Radica en observar el muro (y en la nueva versión también sus otras actividades: A fulanita le gusta o Fulanita comentó) de aquella o aquél que nos atrae, que le estamos haciendo la corte, que está a punto de darnos el Sí o que ya nos ha ofrecido sus dones y buscamos (por nuestra propia cuenta) reiterar su fidelidad. Obviamente es una de las menos sanas y limpias de las posible costumbres en las redes, pues puede ser usado para rastreos enfermizos de actividad que redundan en frases como: “No me ha contestado el inbox… pero sí ha entrado a Face… ¡tiene actividad!”. De tal suerte que alguien se puede mesar los cabellos al ver que el objeto de su deseo entra y sale de su face, como Juan en su casa, sin tener ánimos de ponerle un mensaje que avive su pasión.
Otra forma de acoso, que es más amable, radica en darle Me gusta o Favorito a todas las actividades del personaje que nos interesa, como si nuestro amorcito fuera una suerte de Rey Midas, y todo lo que tocara lo volviera de oro. Admito que es agradable, aunque también sospechoso que algún sujeto del otro género halague de ese modo y con tal frecuencia cualquier bobada o vuelco del espíritu que ahí se produce; también es muy inquietante cuando uno ve que alguien del mismo género inicia una adulatoria parecida. Y de hecho, en ocasiones, nos hacen pensar: “Caramba, tengo tantas cosas en común con él o ella que cuando la(o) vea podremos platicar de maravilla”, cuando resulta que te le acercas en la vida real y parece que los ratones le comieron la lengua y es más bien una nulidad.
IV
Relaciones
públicas: Esta versión de actividades tiene algo muy parecido a la anterior
sólo que puede no tener la pulsión sexual o puede tener ambas. Diremos simplemente
que ésta radica en una vigilancia y zalamería a gente que tiene algún puesto en
el trabajo donde nos gustaría laborar, una editorial de cuyo catálogo nos
gustaría formar parte o una revista en donde francamente nos fascinaría
colaborar. Sin embargo, no hay una versión única de este acoso, porque los hay
quienes participan de alguna polémica, algún escarceo con cierta dignidad, y
otros que twitt tras twitt, post tras post, denodadamente refrendan su
lambisconería con frases amables hacia editores o jefes de redacción o
columnistas o novelistas o, incluso, hay quienes lo hacen a todos los antes
mencionados. Hay también publirelacionistas que llegan a hacerlo a personajes
verdaderamente indefendibles o impresentables. En estas redes queda de
manifiesto la forma que tenemos de relacionarnos con nuestro entorno, esto produce
una aproximación detallada a los defectos de los otros y, a su vez, las
virtudes quedan casi siempre al margen. Nunca se habla de los aciertos, no porque
no los haya, sino porque los desbarres quedan más nítidamente en nuestra
memoria. En las redes la gente no es mejor ni peor, sólo digamos que los coloca en una
vitrina que clarifica cómo se maneja la sociedad en la que vivimos.
Para
este tipo de acosadores, cuando se sugiere que se puede dar un enfrentamiento con
un editor cabeza huera, hay un compendio de palabras de comodín como: diálogo,
respeto a las demás opiniones, escucha a los diferentes puntos de vista y la
más chistosa “ampliar el diálogo”, cualquier cosa que esto signifique en
cristiano. Éstas evitan que se dé un claro enfrentamiento con alguien que no se
quiere como contrario porque presentaría la imposibilidad de publicar en la revista
donde ambicionas –desde temprana edad– colaborar. Lo más increíble es que se
puede mantener la relación con un ser de lo más nefasto y evitar calificar sus
tonterías, chovinismos o auténticas estupideces saliendo con un burocrático:
“Es tu punto de vista, y lo respeto”, lo cual no es otra cosa que esta nueva
modalidad de la tolerancia a la intolerancia.
V
Compartir
artículos o noticias: Este es un género que se propala cuando uno de nuestros
afamados políticos participa con una pifia en la vida nacional. O también está
el caso en lo inusitado de una nota la cual llama la atención el tiempo
suficiente como para que se hagan chistes a destajo de algo que casi nunca
merece demasiada atención. Por otro lado, existe la costumbre de compartir
artículos menos inmediatos que pueden interesar a la comunidad.
De aquí se
desprende un vicio digno de señalarse que radica en el “hurto” de un artículo
ya antes recomendado y que un tercero comparte, como si realmente fuera por
iniciativa propia. No está mal hacerlo, sin embargo, es algo falto de cortesía
fingir que uno intercala un artículo como si auténticamente se hubiera dado a
la tarea de expurgar todos los diarios o revistas. En pocas palabras, llega a
molestar que la gente haga caravanas y carantoñas con sombrero ajeno. Aún
recuerdo a una amiga que publicó el mismo artículo que yo sobre Camilo José
Cela cuyo origen estaba en un periódico que ella no leía jamás, pero que a los
diez segundos de que yo compartí el texto ella tuvo el buen gusto de compartir
con su comunidad sin un mínimo de originalidad.
VI
Estar
informado: Esta otra variante de seguir a alguien radica en la sana costumbre
de estar al tanto. Al inicio me sorprendía bastante cuando algún periodista
radical (digno de todos mis respetos) seguía a un político de la peor calaña;
no solo me sorprendía, sino que me alarmaba. Porque yo no sabía que algunos
especialistas tienen la asepsia mental de leer al peor de los patanes sin
dejarse contaminar, y que en esa herramienta ellos veían el consabido: Todo lo
que digas será usado en tu contra. Resultado de esto es algunos retwitts que
hace Astillero, Julio Hernández, quien al encontrarse con una sandez la
multiplica por miles en el espacio cibernético para que quede constancia de las
luces de algún conservetas.
VII
Vale la
pena señalar que siempre nos encontramos con twitteros o facebukeros que interpretan
sus cambios hormonales y los arrebatos que estos les provocan como una actitud
crítica frente a la sociedad, cuando en realidad sus beligerancias no aportan
ni desmenuzan nada de lo que se ocupan. Este caso es muy parecido al de los
memes, la más simple de las expresiones en las redes, averbal, sin articulación
alguna y de una pobreza palmaria.
VIII La autopromoción: Admito que en ésta he caído algunas ocasiones; está mal el hacerla excesivamente y que algunos se puedan molestar, sin embargo, hay que admitir que para autopromocionar hay que haber hecho algo, cosa que no todo mundo puede decir. En todo caso, espero que disculpen las molestias que les ocasionen.
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