y en los cielos, desde esta roca, puedo
escribir mis desdichas con el dedo.
Don Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y Galatea
Querida Margot, me conmueve tu historia, en realidad me encuentro ante los límites de una palabra, porque no sé si tu historia es más una History que una Story. Quizá el cúmulo, el contacto, el juego y la continuidad de historias (Story) van formando tu Historia (History). Y en realidad me conmueve darme cuenta que así como esta palabrita, tú te desarrollas en varios planos, por lo menos en más de dos. Porque eres más lo que no eres, tienes lo que no deseas, porque estás enamorada y no sólo eso, cuentas con la ventaja de ser correspondida, pero aquí viene la historia (Story); comenzando por este personaje que no es un “Gigante egoísta”, como en el cuento de Oscar Wilde. No, nada de eso, diríamos que es un enano generoso, y así con estas palabras puedo capturar esa lágrima que ha nadado tanto en tu rostro, en todos tus rostros, esta misma lágrima, sólo que no entiendo este desplazamiento, ¿la lágrima se arrastra? ¿gira? ¿camina, nada? ¿cómo se desplaza esta gota minúscula que te sorprende de pronto, que te deja ver lo extraño de la situación?
Esta urna azarosa y universal de donde salen los números premiados nos ha sorprendido, a ti con un tres y a mí con un uno. Me da risa pensar que esa es nuestra condición y al mismo tiempo es nuestros fallos matemáticos. Es decir, cuando te encontré eran tres, cosa que no me dijiste desde el inicio de los ejercicios, es más me lo dijiste cuando ya me habías suprimido, y yo no me había enterado. Por eso me doy cuenta de que tres más uno sigue siendo tres y uno. Y eso precisamente porque tú quieres que la suma no se concrete del todo, o quizá sí lo quieres, pero olvidaba que no son tres, más bien no olvidaba, para nuestro problema –o mi problema– ha llegado un nuevo dato: no son tres, son cuatro = porque la hija cuenta ¿qué no?
Ahora, cuatro más uno seguirán siendo cuatro y uno, a menos que tú decidas que sean cinco y una. Y es aquí donde el problema en verdad será un problema = ¿Imaginas?
Querida Margot, me conmueve tanto cómo lloras, y me conmueven tus caderas, tan perfectas, duras, son un poco laderas tristes que dos dedos recorren, no obstante no encuentro la reja para ver en ellas algo más claro, detenido en la punta de la montaña todo embota los sentidos, y tú, y él y ella, y la hija de ellos, y yo, y el hijo que tendrán ustedes; y este maravilloso enano generoso que también me sorprende, ¿por qué es tan generoso? ¿Por qué digo esto? Porque me parece lindo, que una vez que terminaste con él te pidió cita para revisar la tesina, y lo mismo. Tú con tu compañía que te hace buscar en cualquier boca abierta una respuesta. Y me va que este ángel generoso, este duende de la lascivia complaciente te ayude con este libro, y después juntos, trabajan en equipo tratando de titularte.
Ahora, lo que mejor me parece es que además te resistas endeblemente, como un bebé a nacer, y terminas cediendo, ¿por qué no? Si los opuestos deben unirse y los cuerpos lo mismo, lo mejor es que tú lo quieres. Y si revisando el trabajo te suelta el cabello, y te quita la blusa, ahora que te levanta la falda, y te descubre las piernas, éstas que mantendrían al mundo de cabeza. Pero ahora que desnuda te posee al ritmo de las caricias, me parece un enano sin cofre ni arco iris. Porque sabes que la señora enano junto con la niña enano, esperan a nuestro protagonista –siempre tan buen padre–, siempre tan buen esposo. Porque me da mucha gracia que vemos el lado contrario al sol, y no se diga la luna –omitamos esto para no caer en romanticismos innecesarios–, que parece la lágrima que te caracteriza en esta historia (Story).

Y el enano termina, tienes que admitir que es muy buen amante, características de los hombres recién casados, y de escaso tamaño. Entonces volvemos al sol de la noche, regresamos a las ventajas que encierra el amor con alguien versado en la materia. Y esto es lo más hermoso, que después de que él acabó tú misma te pones el pantalón, o el abrigo, y la bufanda, y las botas, y las zapatillas y el sombrero e irremediablemente, el saco, y así, es un juego llamado “La muñeca se viste sola”, tengo que confesar que siempre he querido vestirte, eso es cierto –no como lo del cofre con numismas de oro–, en esa historia (Story), que me toca actuar preferiría vestirte –ya se sabes, las propuestas del perdedor. Pero me gusta pensar en no desvestirte, si no en vestirte, así, en su cubil cubículo que es caracterizado por lo primero y –gracias a ti– lo segundo; después de que él llega y se va, después o antes de que es y será un “gran padre”. Quisiera llegar con una capa, un vestido, o un simple sombrero y cubrirte ¿por qué no?, mi querida Margot.
Pero no puedo dejar de decir que tú, y él, y ella, y su hija, y el hijo que tendrán (ustedes), y yo, somos esta historia (Story) que se repite tanto, que va y viene, y que nadie tiene la culpa, ni tú, ni él, ni ella, ni sus hijos –del enano–, ni yo. Esto es gracioso, es un juego que todos queremos jugar, aunque no nos dejaron escoger la posición, ni el equipo, y gana el que te besa las piernas y los labios encendidos, Margot. No obstante, la que más cortadas, más cortadas y más cortadas recibe, eres tú, y lo sabes, eres el boxeador que cae en el mismo round, recibiendo el mismo “upper cut”, en el mismo minuto en la misma pelea, por un enano “peso mosca” que sigue y seguirá hasta que, hasta que nada, al infinito porque aquí la historia (History) manda. Y te puedes llamar con mil nombres, y llorar la misma lágrima en distintos rostros, y sí y aquí y ahora, porque no te llamas Margot, ni te llamas Hortensia, ni Ana, ni nada, pero al mismo tiempo te llamas todos los nombres a los cuales les han besado las piernas; y has tomado tantos tequilas que ahora bebes sola, y ahora llamas por teléfono y te veo en este lugar, desde esta mesa, y me cuentas lo que vives, y sigues en tu mesa, en tu isla, en este extraño puerto donde llega mi vista, pequeña isla con perfil de ola, con cuerpo sinuoso, isla reservada para el enanillo generoso. Que déjenme decirlo, por lo menos una sola vez, enanillo hijo de puta, y puto el mismo. Pero si no fuera él seria otro, este es el otro plano que quizá me concierna, Margot, este es el otro ojo que te mira a través de todas las paredes, estás buscando el dolor en cada puerta, en cada esquina, en cada mesa que te mira. –
5 comentarios:
Caballero:
Recuerdo claramente cuando tuve a bien leer esto, justo en el año 2005, cuando nos encontramos depués de haber asistido a una concentración en el Zócalo. Gracias nuevamente por compartirlo, tus palabras de esa ocasión aún suenan en mis entrañas pues fueron una lección inolvidable. Un fuerte abrazo.
Querido Lázaro,
Como siempre, es un gusto saber de ti. Es un verdadero placer encontrar comentarios tuyos en este lugar, que en el fondo está hecho para amigos como tú. De verdad, me siento honrado porque compartas este lugar conmigo.
Un abrazo de
Héctor Iván
Héctor Iván:
No tengo palabras para criticar, aplaudir, felicitar, o lo que quieras merecer. Me ha encantado.
Selene.
Selene,
Una vez más tus palabras me estimulan para continuar con esta empresa un tanto solitaria. Amigos como tú me comprometen a subir cosas bien trabajadas.
Un beso
Héctor, me tardé siglos en entrar al blog, no sabía en qué libreta había anotado la dirección.
Lo más humano a veces es tan deshumanizante,las rutinas pornográficas en que los nombres dan lo mismo (sin olvidar que uno es uno y sus circunstancias, no su nombre, pero sabemos que hoy en día dar improtancia al nombre de alguien es no ignorar su esencia y su ser)son así. Me alegra que aún se piense en la posibilidad de la sublimación de la mujer.
Caros Ramírez García.
Publicar un comentario