"Máquina de escribir" de Héctor Iván González, Coordinador de “La Escritura poliédrica. Ensayos sobre Daniel Sada”, Becario del Fonca en el Género de Novela. Esta es su publicación de crítica, creación y reseñas.

domingo, 10 de febrero de 2008

La Cadena Televisiva I

Diarios de motocicleta (2004)

El sábado pasado, día 9 de febrero, me encontraba frente al televisor, con una cerveza en la mano, saltando de canal en canal tratando de matar el tiempo que me separaba de la función de box que Tv Azteca presentaría a las 10:30 p.m., cuando, súbitamente, encontré en el cinescopio una de las más grandes películas de los años recientes en plena televisión comercial.
En efecto, se trataba de la emisión del gran filme, dirigido por Walter Salles y actuado por Gael García Bernal y Rodrigo de la Serna, Diarios de motocicleta (2004); historia que está basada en el cuaderno y cartas que escribió Ernesto Guevara de la Serna, antes de convertirse en el “Che”, durante su viaje por parte de nuestra América Latina.
Mi sorpresa fue profunda al pensar que esta película se trasmitiera en uno de los medios electrónicos más conservadores de nuestro país. Especialmente porque esta “road picture” nos presenta, por medio de los ojos de Alberto y Ernesto, con una gran compasión, la situación de los indígenas, campesinos y mineros de algunos de nuestros países. No podía dar crédito a tal emisión. Pasaba por mi mente el bloqueo informativo que hubo durante el período post-electoral del 2006 por parte de esta Cadena Televisiva; la forma en que, a través de sus noticiarios y comentaristas, el dueño de este medio impone sus intereses a los ciudadanos; la cantidad de basura que es transmitida por sus “reporteros de espectáculos”, que sólo sirve para distraer de la realidad al pueblo; la forma en que nos retrasan, con sus programas, en el orden de ideas y perspectivas a nivel mundial; en suma: no comprendía que pasara una película bien hecha un medio tan mediocre y autocomplaciente.
Diarios de motocicleta (2004)

¿Qué jefe de programación se había distraído y había dejado escapar una gran película en la pantalla que sólo habla de chismes y emite películas sin valor alguno? ¿Es qué dejarían la escena donde Ernesto y Alberto se encuentran con la pareja de mineros fugitivos de los asesinos matacomunistas de González Videla en el desierto de Acatama? ¿Es qué la rabia de Ernesto ante la minera “Anaconda Companie” al ver el trato que le da a sus trabajadores pasaría en lugares de México como Pasta de conchos? ¿No era una antitesis ver desde un balcón de juguete el páramo de realidad? ¡Carajo, no se podían atrever a tanto! ¿Qué estaba pasando ahí?

Pero poco a poco, todo se fue aclarando. Lo primero, ya se sabe, la censura a frases coloquiales argentinas estaba presente; de tal suerte que, de vez en cuando, sólo se oía palabras sin sentido: “Mirá, Ernesto, no me toques las pe...”; “La con... de tu hermana, Ernesto”; “Me cago en la con...”; “No sabía que en Perú las pe... se medían en soles”; “La put... que te parió”.
Sin embargo, ante lo obvio, poco a poco me di cuenta de que había omisiones de escenas enteras: aquella de la pareja de mineros, antes mencionada, la conversación del Prof. Peshé, con los dos muchachos, sobre la obra de José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1929), y otras tantas escenas, las cuales no sólo parecían ser sacrificadas en función de los casi 4 minutos de comerciales que nos metían de publicidad, sino por un criterio ajeno que establece lo que debe y no debe ver el televidente.

Y no es que yo sea un especialista, ni un memorioso, de la obra de Salles, tan sólo es que no creo que una película pueda ser tijereteada por un tipo contratado por otro que pagó los derechos de emisión. A esto se llama censura, la cual fue inventada para proteger al público de temas o situaciones que puedan ofender al televidente o, simplemente, para suministrarle aquello que le parece correcto al programador.

En pocas palabras, sí, la obra de Salles tiene un contenido político evidente, pues es la descripción del primer viaje de un hombre que devino uno de los líderes de la Revolución Cubana, pero también tiene un contenido humano, transforma la estética y nos hace percibir la belleza en lo que no es bello a primera vista. No se trata de mujeres con implantes de silicona, cabellos teñidos, ni hombres con grandiosos músculos, simplemente describe al humano que sobrevive en nuestros países. No es una obra que nos haga soñar con que vivimos en “La Gran Manzana”, tampoco nos trata de convencer de que los "marines" salvan al mundo de la dictadura maléfica, antes rusa, y ahora caribeña. No, la obra de Salles habla de un par de jóvenes vivos que tienen inquietudes. Y que, debido a la época y a la distancia con EU, no sueñan en convertirse en magnates ni tiburones del “marketing”, sino que, mediante su viaje, se buscan a ellos mismos, lo cual los llevará a verse en los otros.

Diarios de motocicleta (2004)


Qué absurda función la del sábado en la noche, qué pequeños son los hombres grandes de la televisión, qué lejos están de la realidad, dan pena. Tienen tanto miedo a la realidad que no pueden dejar de manipular todo lo que pasa por el medio que les prestamos los mexicanos.

Sólo queda en claro que el televidente que presenció esa emisión, no vio Diarios de motocicleta (2004) ni cercanamente; lo que vio fue una mistificación, una impostura, la baba del bellísimo caracol que es la obra de Salles.
Creo que por orgullo o por señalar que no nos basta con lo que presenta la Cadena Televisiva, hay que ver el filme en su totalidad; pues, como si se tratara de un país de retrasados mentales, nos han dado una papilla hecha con el viaje del “Che”. Al menos yo así lo creo, la simulación de Azteca tiene que ser confrontada constantemente con una aproximación a la realidad, más profunda y más real. De no verla en su versión original, ni siquiera por orgullo o curiosidad, estaremos dejando que su poder ocupe más terreno en nuestro espacio, en nuestra mente, en nuestra vida, único lugar que tenemos para estar con nosotros mismos.

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