Versión libre de la obra Der Bilberpelz de Gerhart Hauptmann, por Andrés Weiss, Stefanie Weiss y Luis de Tavira. Dirección Luis de Tavira. Con los actores invitados Julieta Egurrola y Arturo Beristain y actores del Centro Dramático de Michoacán. Se presenta en el teatro Julio Castillo viernes, sábados y domingos.
Bajo la piel de castor
Para muchos el teatro es un género cada vez menos atendido por el público, no obstante, la creatividad nunca ha dependido directamente del número de personas que entran a la función. En el trabajo del artista hay tanta paciencia como fe, y uno de estos casos es el de Luis de Tavira, director emblemático del teatro mexicano contemporáneo. En su trabajo hay la intención de establecer un diálogo con lo mejor del teatro de todas las épocas y el quehacer del artista en México. Contando con el respaldo de una serie de obras que han impresionado al espectador, Tavira sigue apostando por el teatro complejo, el cual carga con un peso histórico bien arraigado en las problemáticas constantes: el fascismo, la corrupción, la xenofobia, la autoridad y su influencia en la vida de los hombres. En pocas palabras, el teatro de Tavira está afianzado en la historia política, no sale, ni viene de la nada.
Su pieza más reciente no es la excepción, Bajo la piel de castor, de Gerhart Hauptmann, pues en ésta surgen nuevamente las problemáticas que van de lo particular a lo general de una Prusia finisecular que empieza a sufrir los embates de las democracias vecinas. Ubicada en una pequeña población costera cercana a Berlín, la obra trata la inexorable influencia del equilibrio del estado con la actitud de cada uno de sus habitantes. Con lo cual deja evidencia de que no hay sociedad que no esté constreñida a la voluntad de sus pobladores más que a voluntades divinas.
Este lugar, un tanto inocuo, empieza a causar inquietud en las altas esferas del Imperio Austrohúngaro a partir de manifestaciones de dos males del siglo pasado, el contrabando y el terrorismo. Las dos de corte tan distinto que uno estaría tentado a separarlas de tajo antes de pararse a pensar cuáles podrían ser sus posibles relaciones y, finalmente, sin contar con la manipulación que hace la autoridad al aducir la criminalidad para encarcelar a los luchadores sociales, uno termina por admitir que las repercusiones y motivos de sendas actividades no sólo no son iguales sino que son radicalmente distintas.

Mtro. Luis de Tavira
Esta dicotomía particularidad-generalidad está representada en la figura de la Sra. Wolff (Julieta Egurrola), quien hace un esfuerzo diario para poder sobrevivir en “un mundo donde hay injusticia como hay agua” y que –a diferencia de otros personajes que enfrentan una guerra por su libertad– no está sola en el mundo, sino que cada uno de sus deseos está precedido por el sentimiento del deber y la responsabilidad (este aspecto toma importancia al pensar en protagonistas de otras piezas dirigidas por Tavira: La honesta persona de Xechúan o Santa Juana de los mataderos, ambas de Bertolt Brecht); pues de ella dependen dos jóvenes hijas y un marido que ha sido derrotado por la vida.
Es en esta localidad donde se inserta la relación entre necesidad y ambición, entre lujo y miseria, entre ostentación y abstención; es aquí que los personajes muestran su peor cara de la manera menos amable y más voraz.
De tal suerte que, mientras observamos la problemática de una familia en aprietos económicos, como sucede con la mayoría de las familias en el campo, se nota la manera en que grupos insurgentes planean dar fin al Imperio que se sostiene en ideas cada vez más débiles debido a la información que penetra en la clase media germana. Verdaderamente, se trata de una historia con una propuesta de lecturas múltiples, que no requiere conocer la historia de los pueblos germanos para entenderla, sino que demanda la sensibilidad de saber en dónde se vive y qué cosas pasan en tal lugar.
Las actuaciones son un referente del trabajo y el profesionalismo con el que se rodea Tavira, pues, partiendo de los dos grandes actores invitados, Julieta Egurrola y Arturo Beristain se puede ejemplificar la gran experiencia que ostentan sus actores. (Creo que vale la pena señalar que, en efecto, Julieta como Arturo, están en un tono que da muestras de la madurez que tienen en su hacer como actores). Poniendo un ejemplo sencillo, podemos decir que Arturo Beristain le ha tocado un trabajo nada fácil pues su personalidad, fuerte como seria, ha tenido que supeditarse al carácter de su personaje, el cual es más bien pusilánime y acomodaticio, dos aspectos que con Arturo jamás han hecho juego. En pocas palabras, el trabajo detrás del personaje logra un desconocimiento del Arturo sobre las tablas con el Arturo de a pie.
Desafortunadamente, el espacio no permite a uno extenderse y sólo puedo dejar constancia de que esta obra, montaje, escenografía, talento y dirección será algo digno de recordar en el futuro, por lo cual más vale no dejar de asistir a tamaña representación. Estará una temporada brevísima en la Ciudad de México, pues en provincia ya la están esperando.
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