A Jorge F. Hernández
Escribir
una novela sobre cómo fraguar una novela histórica, hasta dónde se debe
respetar los detalles reales; qué de lo investigado tendrá cabida en la novela;
qué sí y qué no escenificar: todo aquello que va prefigurando la obra final. De
esto es de lo que trata Laurent Binet en HHhH:
hacer justicia a dos héroes de la II guerra mundial que liquidaron al hombre
más temido del III Reich, Reinhard Heidrich, quien demostró ser uno de los
militares más inescrupulosos, alguien que Hitler identificó como “un hombre
extraordinariamente talentoso y extraordinariamente peligroso del cual sería
estúpido prescindir en la SS”. Heidrich fue el autor de iconos atroces como “la
noche de los cuchillos largos” o “la solución final”, y no sólo eso, sino que
fue un estratega que, a medida que iban avanzando las operaciones genocidas,
fue perfeccionando aquel sistema desquiciado.
Los dos
paracaidistas, el eslovaco Jozef Gabčík y el checo Jan Kubiš, fueron entrenados en
Londres para llevar a cabo una empresa legendaria que se conoció poco a pesar
de que tuviera una repercusión crucial: el asesinato del sucesor de Hitler.
Asimismo, podemos decir que la operación fue tan importante que los nazis no
escatimaron soldados ni artillería para acorralarlos junto con otros milicianos
en la iglesia de San Cirilo y San Metodio para cobrar venganza, a la par que,
debido a una fatídica carta detectada en los efectos personales de uno de
ellos, las represalias llegaron al poblado de Lídice, el cual fuera atacado con
toda la saña fascista.
Por su parte, la voz
narrativa siempre está alerta para encontrar los detalles que pudieran ser
cruciales, incluso logra persuadirnos de su magisterio como historiador sin
nunca perder de vista que se trata de una obra literaria, ese arte que algunos
autores han definido como: una mentira que dice la verdad. Las historias se
entrecruzan, son citadas películas, obras de teatro, libros testimoniales,
biografías que retratan el episodio al paso del tiempo y que, sobre todo,
reflejan muy bien las ironías y azares que llevaron a Heidrich a ese momento y
ostentar tal poder. La obra nos muestra la concepción, los elementos, la trama
y su escenificación, donde no hay un solo detalle de sobra, incluso aventura
algunas hipótesis a propósito del Holocausto, como aquélla de que la medida
adoptada por Eichmann en Austria, el primer país invadido, sentaría el
precedente para que los judíos acudieran al llamado de sus asesinos al tratar
inocentemente de colaborar con el sistema. Binet no es el primero que se ha
planteado la pregunta, ¿por qué los miles de judíos que estaban siendo
exterminados no se organizaron para evitar su extinción?, sin embargo, sí es el
que arroja una hipótesis válida.
También, el autor
evita el escollo que representa escribir sobre los nazis sin una deplorable admiración;
en sus líneas no hay encantamiento, hay, como él mismo lo dice –al ser hijo de
una mujer judía y de un padre comunista–: “un impresionamiento por Heidrich”
“por una indiscutible dimensión novelesca”, y no por el demonio que representó
ese poderío.
HHhH
finca un precedente al eludir las escenificaciones o la cita de conversaciones
en las que el autor no participó y de las que no se siente capaz de repetir con
veracidad, pues llega al punto de expresar su escepticismo por la novela
histórica como género infalible. En ciertos momentos del libro contradice lo
que él mismo ha descrito capítulos anteriores, externa sus dudas, sus
hesitaciones, por querer plasmar algo de lo que no está seguro, sus dudas son
legítimas, pero sobre todo influyen en el lector la duda, la incertidumbre,
arrojan un haz de luz, pero insiste en que todo está dentro de una noche
absolutamente oscura. Vemos a Laurent discriminar, seleccionar, ponderar,
situaciones a la manera de un editor ante un gran rompecabezas que fue la Operación
Antropoide. Este autor acaba de crear un hito en la literatura contemporánea; por
favor, antes de que los posmodernistas se la apropien, reconozcamos en HHhH una obra maestra.
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