I
Desde hace varios años, Pura López
Colomé ha ido descollando entre las figuras principales que se han abocado a la
tarea de unir los nodos de la geografía poética. Estos nodos se ligan mediante
sus traducciones del inglés y del alemán al español. Sin embargo, su labor no
se limita a la traducción de uno o dos libros ni de uno o dos autores. Su
proyecto ha llegado a materializarse como una de las empresas poéticas más
ambiciosas —por ende, más generosas— que cualquier poeta mexicano se haya
fijado. Asimismo, lo ha hecho sin caer en el vicio en que cae una gran cantidad
de traductores: la traslación de autores que simplemente justifiquen su propia
obra literaria. Pues es algo sabido que varios autores —prosistas o poetas—
tienen a la traducción como una vía para poder dar validez a su obra; crear un
marco de referencias, una red de inteligibilidad, en la cual se pueda engarzar
su poética o su narrativa. Tampoco lo ha hecho para hacer alarde de un don
especial de políglota innato. En otras palabras, López Colomé no traduce para que
la entiendan ni para que la envidien. Su labor poética-de-traducción merodea su
obra poética-personal, pero no le es indispensable para existir. Aunque esta
diferencia parezca insignificante, aquí hay una tremenda singularidad con
muchos autores que han llevado a cabo esta labor.
Una prueba —entre tantas— de la
generosidad antes mencionada radica en su descomunal capacidad de trabajo en
dos planos distintos. El primero es el del escritorio: esa dedicación de
trabajar todas las mañanas, realizar sus horas de estudio para saber cuál es el
presente de la poesía; su arrastrar el lápiz para desbastar el silencio y así
bruñir los versos que otros forjaron. El segundo es el de las lecturas públicas
que brinda cada vez que alguien tiene el buen tino de organizarle una reunión
con los lectores. Una vez más, a diferencia de la gran mayoría de los poetas,
Pura es una lectora excepcional de poesía en voz alta, pues hermana la tesitura
de su voz —ese espectro que se torna de mil colores— con la inigualable
capacidad de insuflar imágenes en el escucha. Es innegable que quien ha
presenciado una de sus lecturas queda tocado por un haz definitivo y crucial.
Estos factores binarios siempre están presentes en su obra y en esta ocasión
son ineludibles para abordar Resonancia
Resonance (FCE, 2011).
II
Todo aquel que se haya planteado
seriamente la escritura de un poema sabe que no hay nada más difícil para la
conciencia que empezar. Pensar que en un momento todo es silencio, quietud,
oscuridad, y que paulatinamente los versos empiezan a germinar uno a uno,
lentamente, como sin querer surgir, para después ver algunos “nudos en el
papel” (Deniz dixit) y sentir la
emoción del que ha obrado algo independiente a sí mismo. Pues bien, para todo aquel
que haya experimentado este pasar-del-silencio-a-la-creación, Resonancia Resonance será valorado como
un poema en su conjunto; un poema de materia bien compacta; un poema que brotó
de la nada para ser un poema como la hidra de mil cabezas. Sólo que aquí no
concurren cabezas, sino voces poéticas en dos lenguas. Resonancia Resonance es un gran poema compuesto, no de versos, sino
de poemas.
Planteado más como una
experimentación que como un experimento, Resonancia
Resonance entrega al lector y al escucha tres discos que contienen la
interpretación de poemas de dos lenguas tan contradictorias, tan hermanas y tan
enemigas como la inglesa y la española. Como en un juego de espejos a la manera
de las cartas que escribía Da Vinci, Pura López Colomé y el poeta Alastair Reid
se dieron a la tarea de escoger una lista de poemas en estas dos lenguas que
traducirían a su lengua respectivamente. Llevar a cabo este proyecto hizo que
el escocés viniera a vivir durante una temporada a una cabaña donde alternaría
su trabajo de traducción con sesiones de solaz bebiendo whisky acompañado de
amigos. El lector suspicaz habrá notado el uso del término ‘escoger’ y no
‘seleccionar’ ni ‘antologar’, pues Resonancia
Resonance no es una antología ni un florilegio. Pura —quien ha hecho
antologías como El anuario de poesía
u otro estupendo proyecto para el IMER, Engaño
colorido, o Al buen entendedor (FCE,
2006), selección de ensayos de Heaney— sabía
perfectamente que estos tres discos andarían un camino muy distinto: aquel de
ser un constructo poético cuya razón
de existir sería más cercana a la autorreferencialidad o a la alusión de sí
mismo que a un muestrario de entomólogo.
Resonancia Resonance parte de
algunos lugares de confluencia: Puntos de mira, Nieve, Agua, Viento, Palabra,
Isla-Tierra-Mundo, Tiempo, Amor y Olvido. En estos niveles están agrupados los
poemas, de aquí la razón de ser de la selección, el orden, la modulación y el
desarrollo. Además, los poemas se leen aleatoriamente sin ningún tipo de pleca
que rompa el discurrir rítmico. No se trata de un trabajo didáctico para que se
sepa quién escribió qué, sino que es un dejarse ir hacia caminos insospechados
que Pura y Alastair han desbrozado para nosotros; y que lo han hecho a la
manera de los anfitriones que tienen la conciencia de no arruinar la cena al huésped,
como se reclamaba Reyes a sí mismo en Al
yunque.
Uno de los resultados de estas más
de tres horas de lectura poética es la renovación de algunos poemas escritos en
español que al ser traducidos al inglés cobran una nueva vida; a la manera de
un animal que acaba de renovar su piel, poemas como “Alta traición” o “El otro
tigre” se nos revelan diferentes entre los nuevos vestidos y a la vez
poseedores del mismo espíritu. Como si Alastair nos cambiara de veranda y nos
dejara otear desde los Highlands a un nuevo Eliseo Diego o a un renovado Jorge
Cuesta; y al experimentar la lectura que hace —con esa voz cascada— nos abre
otras puertas del fenómeno poético.
Porque, en gran medida, Resonancia
Resonance es un abrir puertas dentro de la poesía que nosotros ya sentíamos
muy nuestra y muy transitada. Por lo demás, cuando Reid se lee a sí mismo o da
voz a Heaney o a Wallace Stevens, podemos contemplar la granítica torre que es
la poesía en inglés; se presencia la delicuescencia de esta lengua que puede
traer a la mente los ecos de antiguas grutas, los chasquidos de los pasos en
una ladera verdinegra, el rumor de la gente en las tabernas o el sonido de una
mirada de una muchacha antes de venirse. Porque pienso ineluctablemente en uno
de los poemas de amor más extraordinarios que me reveló Resonancia Resonance: “Privilege of being”, que Pura tradujo como
“Privilegio de la vida”, de Robert Hass. Un poema que tatúa en la memoria
versos como:
Cuántos hacen el amor ahora. Allá arriba, los ángeles
en el éter ingrávido y cristal del deseo humano
se trenzan el cabello mutuamente, de un rubio fresa,
cuyo tacto es de ríos helados. De cuando en cuando
voltean hacia abajo, mirando el deslucido éxtasis
—algo así como pájaros sin plumas chapoteando
en el charco primaveral de un lecho—
y entonces una mujer, a punto de venirse,
le abre los párpados al hombre y dice
mírame, y él obedece…
Aunado a esto, Resonancia Resonance presenta un libreto
donde aparecen todos los poemas y sendos prólogos de los autores. Para los que
nos gusta seguir las arias o los recitales o los parlamentos de las óperas,
este libreto es una manera de seguir verso a verso a las voces cantantes. De
hecho, dos o tres veces me he sorprendido bajando un poco el volumen para
intentar mis propias interpretaciones, más que para imponerme a las voces, para
buscar hacerles una segunda voz a los versos que sobrevuelan por la sala donde
escucho los discos. Los prólogos también son espacios en que los autores
expresan con mucha claridad el origen del proyecto, confiesan la admiración
recíproca que se tienen y sugieren que el origen de Resonancia Resonance está en una necesidad personal por encima de
toda la buena fe literaria del mundo. De hecho, sin tener una intención
puramente halagüeña, Alastair Reid detalla el inicio de su amistad: “I had come to know Pura first from
reading her impeccable translations of some writings of mine, and then through
her astonishing versions of Seamus Heaney’s poems”, lo
cual nos hace regresar a la tarea de esta cantante, caficultora, traductora y
poeta que se ha refugiado en su templo en el Camino a Chalma. Porque si Pura
elogia en su libro Afluentes
(Pértiga, 2010) la congruencia de Heaney al “no olvidar sus psicopompos, sus
encaminadores de alma, sus guías en la jornada poética”, tiene que darse cuenta
de que ella goza del mismo mérito al traernos incansablemente las voces de
mayor madurez en el ámbito de la poesía en inglés. No dudo que esto tarde o
temprano será reconocido por propios y extraños en el mundo de las letras; y
que como Heaney o Reid, quienes ya la tienen como su mejor intérprete (como le
gusta llamar a George Steiner a los traductores de lecturas cabales), los
poetas de lengua inglesa la querrán en exclusiva para llegar al mundo hispánico
como su embajadora plenipotenciaria.
Finalmente, la mejor manera de
disfrutar Resonancia Resonance
dependerá de cada escucha; por lo cual me limitaría a compartir que el
escucharlo a media luz con un whisky con un poco de agua helada y unas
almendras se ha vuelto un ritual cada vez que busco reconciliarme con mi propia
alma.
Esta reseña apareció en “Periódico de Poesía” de la UNAM. En su página se puede escuchar las lecturas de es
Archivos de audio
Robert Hass, “Privilege of Being”
Seamus Heaney, “The Walk”
Xavier Villaurrutia, “Cementerio
en la nieve”
Alastair Reed, “My Father Dying”
Pura López Colomé, “Las formas del viento”
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