Desde hace algunas semanas (que he estado alargando para no terminar de leerlo) he disfrutado del más reciente libro de ensayos literarios de Juan Villoro, De eso se trata; un libro conformado por ensayos de índole tan distinta como “Los viajes de Casanova”, pasando por “El rey duerme: crónica hacia Hamlet”, “Mezcal” dijo el cónsul: Bajo el volcán de Malcolm Lowry” o el imprescindible “Las fisonomías del desorden: de El pozo a Los Adioses”.
En realidad, no estoy interesado en utilizar las trilladísimas palabras para hablar de libros de literatura, así es que me limitaré a comentar algunas cosas. Para empezar los ensayos están sostenidos por un andamiaje de experiencias y erudición literaria innegable. No es secreto para nadie que Juan Villoro es uno de los escritores más enterados de México, que recorre con facilidad los caminos de la filosofía y los de la literatura, y que sabe tan bien criticar como ir tejiendo ideas que respalda con argumentos acertados. Si me pidieran un ejemplo específico, quizá escogería “Los viajes de Casanova”, ensayo que me permitió comprobar la altura que tiene el pensamiento de Villoro: una altura apuntalada por una argumentación creciente. Porque si en el inicio nos ubica en el mundo de Casanova, un mundo decadente para el final de sus días, a continuación nos entera de que gran parte de su fama se debe a unas Memorias tergiversadas por su editor: “Laforgue corrigió errores gramaticales y pulió el estilo, pero también suprimió pasajes y agregó matices de su cosecha.” Y además agrega: “La reputación de Casanova quedó en manos de un erudito que, en buena medida, era su reverso”. Así que, a medida que avanza, va creando una historia donde el personaje crece en cada uno de sus parágrafos, que van desde “Campeón de la oportunidad”, “Una curiosidad más o menos fuerte”, “Opinar con la mirada” y “Los beneficios del engaño”. Villoro es un lector acucioso que va develando, lentamente, la imagen que tiene de los personajes, con lo cual se cuida de no romper una de las reglas de Voltaire, decirlo todo.
Debido a lo anterior, puede sentirse que la versión final de De eso se trata ha dejado en el camino varias páginas con la misma o mayor cantidad de información, con la misma profundidad, pero no con una mayor exactitud. Su escritura es una obra de desbastación. Los ensayos que componen este libro son exactos, no caen en la verborrea que de pronto le llena de escollos el camino a la idea para que llegue al lector. Su prosa es clara, pero tiene la tensión vibrante de la claridad, porque es un medio que trafica en alto voltaje.
Al inicio del libro, en “El rey duerme”, uno se encuentra con un ensayo-prólogo-crónica-memoria que funge como entrada al libro. Ahí, Villoro relata su experiencia en 1994 en la Universidad de Yale, donde es testigo de las clases donde Harold Bloom va gestando su Shakespeare. La invención de lo humano. (Anagrama,?), donde escuchó una de las frases que más me han gustado: “–Si quieren un Shakespeare francés, éste no es el curso.” Con lo cual propina un buen sopapo a todos los catedráticos que buscan explicar el opus shakesperiano desde el estructuralismo francés. Por lo demás, Villoro comparte la experiencia de escuchar las teorías de Bloom, sus disquisiciones, sus argumentos y la pasión con que se enfrenta a una de las obras más apasionantes de, lo que el decano de Yale llama, el Canón Occidental… Por lo demás, también agrega detalles bastante sútiles: “Según su declaración de intenciones, Bloom no pretendía monopolizar el magisterio sino discutir en clave socrática. No se trataba de una cátedra sino de un seminario. Sin embargo, compartíamos un acuerdo tácito: lo interesante era oírlo a él”. Más adelante, el autor de El Testigo va entablando un diálogo con frases que va emitiendo Bloom, las cuales son geniales, profundas, lúcidas, de las cuales sólo me permitiré citar una pregunta que les hizo: “–¿Qué sintieron después de su primer fracaso amoroso? ¿Sabían ya que estaban condenados a volverse a enamorar?.”
Por otro lado, el libro contiene, entre mis favoritos, dos ensayos que vienen bastante a cuento y que ya he mencionado. En uno de estos, se aproxima a la personalidad de Malcolm Lowry y empieza a esbozar una tesis bastante pertinente en torno a un autor que estaba empecinado con el fracaso. No está por demás agregar que varios amigos hemos reestructurado nuestras valoraciones con respecto a las biografías de Lowry, la de Douglas Day y la de Gordon Bowker, después de la lectura de “‘Mezcal’” dijo el Cónsul”. Si les interesa el asunto, acudan a la primera parte del ensayo.
Evidentemente me estoy limitando a dar visos que apuntan hacia algunos aspectos, la delicia está en la totalidad del libro. El otro ensayo, trata sobre Juan Carlos Onetti, aquel gran escritor que –como muestra el autor del mentado libro– perdió varios de los concursos en los que participaron sus novelas. ¡Oh paradojas del destino, quién iba a decir que un Alegría traería tantas tristezas! Pues, en efecto, Onetti perdió un concurso de novela frente a Ciro Alegría y otro frente a Mario Vargas Llosa; aunque este último no le ganó con algo menor, sino que lo hizo con una de las más grandes novelas que se han escrito, La casa verde. Sin embargo, como recuerda el ensayo al respecto, Onetti lo tomó con calma: “En 1970, en el prólogo a una nueva edición de El astillero, José Donoso lamentaba que treinta años antes Onetti hubiera perdido un certamen ante la fuerza telúrica de Ciro Alegría. No mencionó que apenas tres años atrás, en 1967, había vuelto a perder ante otro peruano, Mario Vargas Llosa. El jurado del Rómulo Gallegos prefirió La casa verde a Juntacadáveres. Con resignado humor, Onetti atribuyó el hecho a que ambas novelas trataban de burdeles, pero el de Vargas Llosa tenía orquesta.”
Con este tipo de líneas está trazado el libro, quizá De eso se trata –título que alude al célebre verso “To be or not to be...” del Hamlet, en traducción de Tomás Segovia– sea la mejor manera de instituir el canón de un gran escritor que –como lo prefería Chesterton– se atreve a ser autor y no se queda en el simple plano de ser autoridad.
2 comentarios:
Entrañable Héctor:
¿Acaso eres brujo? Hace poco estaba hojeando y ojeando este libro. Siempre mi Héctor a la vanguardia...
Un fuerte abrazo.
Querido Lázaro:
Aunque, como siempre, te agradezco tu comentario, nada de eso. El “De eso se trata” ya tiene bastante que salió a la venta y creo que tiene bastantes lectores para este momento. Sin embargo, reafirmo que es una obra a la que hay que entrarle inmediatamente.
Abrazos, para ti, amigo.
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